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Los Tamales del Karma

El Karma te hace mejor persona aún en contra de ti mismo.

Todo comenzó en un día cualquiera, no obstante he de decir que a pesar de que el sol mantenía los cuerpos pegajosos, fue quizá el día más gris en el que pude haberme encontrado.

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Yo, soy una mujer de bien dotadas formas, cabello negro, largo, grueso y ondulado, mis facciones modestia aparte son bastante atractivas, por lo que nunca tuve problemas para conquistar al hombre que se me diera en gana. Así que, ahí estaba yo, seduciendo con mi sazón a cuanto se me pusiera en frente, es quizá por eso que me daba el lujo de despreciar sus insistentes, pero bien encaminadas acciones.

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Cuántas veces no reí tras mi ventana, al ver a Joaquín bajo la lluvia esperando por verme pasar o la vez que Carlos me regaló un enorme ramo de rosas rojas y olvide ponerlas en agua, incluso recuerdo el día en que se quedaron con un palmo de narices Sebastián y Gerardo, discutiendo por ver quién me invitaba una nieve, pero Carlos pasó con su moto y subí rápidamente, hasta las crepas más ricas que he probado. Quizá fue por eso que siempre quería más y nada me era suficiente.

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Mi nombre es tal vez innecesario, pues no dista mucho del común de los nombres empleados dentro de la jerga hispana, sin embargo por cortesía haré de su saber que me llamo Rosa y trabajo haciendo lo que más me gusta, cocinar, pero no cocino cualquier cosa.

 

No señor, yo preparo los más exquisitos y suculentos manjares que el ingenio mexicano pudo haber creado, preparo tamales, aquellas masas de perfección que sólo podrían equipararse con las del responsable de este relato y quien he de decir me sorprendió aquel día.

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Me encontraba dale que dale a la masa con un vestido de color rosita, ligerito, vaporoso, con mi melena sujetada cuidadosamente y un listón a juego, cuando de pronto escuché la puerta.

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-¿Se puede?

-Pase usted

-Vengo a dejar el pan.

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¡Cielo santo!, pero qué hombre tan bien colmado de atractivos, con tremendas y bien moldeadas formas, sin pensar, instintivamente ya me estaba mordiendo el labio.

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-Claro, déjelo por allí

-¡Ah... pero qué rico huele! ¿Será que ya tiene alguno listo?

-Por su puesto, pero no son gratis, así que deje de meter la nariz donde no lo llaman.

 

Tenía que asegurarme de que se diera cuenta que no era una mujer fácil. Sin embargo, al paso de los días mi voluntad fue flaqueando de a poco, por lo que todas las mañanas estaba listo su champurrado y su tamal, la mejor de mis creaciones, junto conmigo esperando por su llegada.

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Verlo comer me volvía loca y mi corazón no dejaba de jugarme chueco, comenzando a latir tan frenéticamente como el repique campanal y no sólo mi corazón me traicionaba, no señor, también mi cerebro me ponía constantes trampas como si se apagara.

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Preguntas que bien podía responder con mis hábiles dotes sobre la masa, ante los cuestionamientos de ese bien sazonado hombre parecían preguntas de álgebra lineal que respondía con palabras como cereal o pantufla. Bravo cerebro por hacerme quedar como una perfecta boba, pero un día inventaré unos tamales que te saquen de esos apuros, con vitaminas extra.

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Sin embargo, fue hasta cierto tiempo que la magia definitivamente comenzó a tornarse en mí contra, lo vi con una mujer, una mujer que vendía galletas, nada fea para mi desgracia, ya la había visto hace tiempo, ¡¿pero qué hacía con mi hombre?!, bueno en realidad era su hombre. Así es, estaban comprometidos y en sus ojos se veía tanto amor, ¿cómo pudo hacerme eso a mí?, a mí que tengo experiencia en el juego del amor, eso no podía quedarse así, estaba decidida, debía quitarle mi alma gemela a esa galletuda mujer.

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Los días siguientes me la pasé esmerándome más en mi arreglo, haciendo los mejores tamales. Sus favoritos eran los de chipilín, podía darme cuenta de que mis esfuerzos estaban dando resultados, pues por donde quiera que pasaba levantaba suspiros.

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Fue entonces que me dispuse a seducirlo, aún recuerdo aquella tarde en la que perdimos el control de nosotros mismos, aunque debo decir que quizá se tardaba más en comerse un tamal, que en lo que había sucedido. Pero eso no iba a ser obstáculo para continuar demostrándole que su corazón debía hornearse al calor de mi hoguera. 

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El plan iba perfecto, hasta que al día siguiente... como todas las mañanas abrí la puerta, pero junto con el pan venía un muchachito de pubertos 16 ayeres.

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-Hola soy el nuevo repartidor, el señor Héctor me envió para surtirle el pan, de ahora en adelante yo seré quien venga. Así que aquí estoy para lo que se ofrezca.

-Gracias eso es todo, ahora si me lo permites tengo mucho trabajo pendiente.

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No podía creerlo mi hombre, mi Héctor me había dejado de querer, de allí comenzó mi ruina, no lo podía aceptar, él era feliz con la fodonga de la galletuda, esa sin gracia y poco amigable mujer, no obstante no podía ir a rogarle, claro que no, por lo menos mi dignidad o la poca que de ella  quedaba debía sacarme a flote.

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Pero mi corazón era débil y me conformaba con mirarlo de lejos, por lo que comencé a salir a la hora que él sacaba la basura, con cualquier excusa tonta como bajar la lona o barrer la entrada y de vez en vez, salía un poco antes para que no se diera cuenta.

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Aunque el día que me cayó el veinte, la lluvia salió antes que él. Ya lo hacía yo tras su ventana burlándose de mí, por lo que no pude evitar pensar que el karma había venido por mí.

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Pero, en mi corazón se albergó una esperanza, pues Joaquín estaba en la acera de enfrente y se aproximaba muy sonriente para con mi persona. Pensé allí viene otra vez, fiel a cubrirme, pero sin duda era el señor karma materializado en Joaquín, porque al estar lo suficientemente cerca de mí, exclamó.

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-¡Seguro fue un día duro, porque los tamales te salieron crudos!

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¿Crudos?, ¿crudos?, ni siquiera podía responder, en mi mente no había espacio, pues se encontraba inundada por el eco de ese soez adjetivo. Eso es imposible, mis tamales son perfectos, yo soy perfecta, pero si fuera perfecta no estaría bajo la lluvia escuchando los reclamos de este insensible hombre.

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Por lo que me decidí a tomar todas las agallas que había dejado botadas en alguna parte y decidí vencer al karma. Así es ese tal karma no sabía con quién se había metido, ya que por supuesto no iba a dejar que me desplomara tan fácilmente, después de todo seguía siendo hermosa y virtuosa, por lo que para mi contienda contra el karma comencé a realizar cierto tipo de actividades que me mantuvieran lejos del pensamiento de mi desgracia.

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En venciendo al karma parte uno comencé el aprendizaje de la técnica perfecta para la mejora del arte del tamal, incluso en venciendo al karma parte dos acudí con un gurú que me daba la enseñanza del maíz, donde aprendí que para conquistar al maíz hay que comprender al maíz, toda una semana comiendo platillos a base de este manjar como la sopa azteca o el tradicional pozole dieron resultados, pues mis tamales comenzaron ganar fama.

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Y aunque muchos se preguntarán ahora, si el karma está a favor o en contra y otros tantos asegurarán que realmente no tiene un lado, considero fielmente que si te hace una mejor persona, sin duda, está a tu favor. 

Como el gato y el ratón

Como el gato y el ratón

 

Un mensaje destella en una mirada, mientras el silencio es mitigado por el sonido de las teclas haciendo click.

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Los primeros emojis de la noche salen, acariciando los rincones remotos del gato enamoradizo.

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El gato y el ratón se divierten, danzan, cantan sin importar lo que se conecta a rededor, un sólo ronroneo basta para jurar fidelidad eterna.

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El unmatch estaba esperando como señal preventiva de los likes que pronto lo demolerían todo.

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Se preguntó entonces, ¿de qué se trata esto?, se indignaba, enfurecía y enloquecía mientras la nueva modernidad cobraba otra víctima.

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¿Todo terminó?

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No, otro ratón que se cree gato ahora está en linea.

Vuelvo por ti

Es tan profundo este abismo,

es tan oscuro este delirio,

tan cortantes las heridas;

tan profunda esta huella que ha marcado mi camino. Camino el cual observo suspendida en una melancolía

que debe de ser criminal.

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Y es que he de decir verdades. Sí, es cierto, logro sonreír si no te veo, si no te pienso, si no te nombran y es que si ocurre una de estas cosas

mi corazón se desangra y mis latidos se aceleran, me invade una tristeza inmensa y mis pulmones me asfixian con cada suspirar.

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No sé que debo hacer para poder borrarte, para poder cortar el cordón que me ata

a tu cruel fantasma, fantasma que con desdén me mira y suelta una risotada burlona a mi triste pena.

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Vago por las calles heladas, arrastrando este grillete, intentando acabar con esta pena internándome en un sueño un sueño del que jamás despertaré

En hora buena a los que aman sin miedo, sin rencor, sin recordar, y a los que ríen, sabiendo que para ser feliz no es necesaria la aprobación de los demás, a los que disfrutan el mundo sólo por despertar.

 

En hora buena los que amanecen con resaca, porque han mitigado el sabor de la realidad, a los que danzan pues se expresan sin hablar y con su cuerpo cantan en todo lugar.

 

En hora buena a los que viajan y se dejan llevar, por remotos escondrijos que nada tienen que ver con la ciudad, a los que en el humo encuentran la paz y así consigo mismos comienzan a hablar.

 

En hora buena a los que sin miedo todo quieren cambiar, pues de ellos dependerá que todo vuelva a marchar.

 

¡En hora buena sean, pues de todos estos será el reino de la felicidad!

FELICIDAD
FELICIDAD

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No hubo susurro que no dijera da la vuelta,

que mi imaginación se desbordaba en brazos fantasmales de ti, de ti, que en incontables horas acechante te asegurabas de mantenerme ahí, en lo profundo de un calabozo de puertas abiertas y celadores de papel.

 

No hubo respuesta que te ablandara las piernas,  que te endulzara las venas, que alimentara tu sed de mí, y me mantuve ahí siempre luchando por no luchar, por quedarme en tu mente, por  probar tus verdaderos labios, por no dejar de tocar tu piel.

 

Porque no hubo mañana  que no pensara en ti, tras una noche de haber soñado contigo. En este momento no hay más, pareciera haber sido todo en vano, me rindo,  no quiero volver a saber de ti, y a ti te importa nada y a mi todo, y tú sonríes y yo me cuestiono, si cada hora y cada segundo equivalente a un suspiro, son en realidad en otro mundo los besos que sí nos dimos.

No hay máquina del tiempo

Me gusta salir porque pienso que te encontraré, doblando la esquina o del otro lado del anden, en la plaza o en las ultimas paginas que me faltan por leer, bajo la lluvia o en mi café, mientras más lo pienso, más creo que te encontraré y le doy otro sorbo a mí café.

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Contigo

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Christmas is't gone

Soy tan vieja como el pino de mi casa,

en la noche el ponche aumenta taza a taza.

 

Intercambio los dulces por manzana, aunque Navidad ahora sea más insana.

 

Siento frío hasta en los huesos, pero sigo bailando sin importar esos.

 

Los villancicos sigo tarareando y es que Navidad yo te sigo pensando.

 

No hay armonía que Navidad no traiga todavía, por eso debería ser día a día.

 

No te vayas Navidad, no te vayas de mi vida, contigo todo el mundo es familia.

 

Podrá ser julio o septiembre, pero en mi corazón ya es diciembre. 

 

Si prometes regresar, yo prometo ángeles de nieve en mi corazón dibujar. 

 

Y si Navidad no te ha visitado, que su magia te lleve a donde nunca ha pasado.

 

A calles heladas, corazones cálidos. 

My happy place, is a happy time, is a happy love. Christmas, Christmas is love.

Te esperé aun sin conocerte, porque sabía que te iba a encontrar y con una cálida llama incendiaste mi fe, porque en ti encuentro todo lo que siempre soñé y aunque te vayas sé que tus labios y el cielo en algún momento para ti mi nombre dirán, porque no es cuestión de química, es Mexico en tu piel, en tu alma en cada latido en el que sonreíste cuando tu fuiste mío.

Lluvia

 No necesitamos las palabras...

sentimos lo que se debía sentir.

Parecía un poco de show, de teatro barato, para no olvidarme de que aún tengo corazón.

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Nunca creí en los flechazos, pero conseguiste en una tarde, lo que nadie más pudo conseguir. Las culpables, unas cuantas gotas, que cayeron en aquella tarde gris, reviviendo las flores marchitas que por años traté de cubrir.

 

Bailamos dulcemente, aún escucho a mi corazón que no dejaba de ir al bit, pero fue tu voz, el eco definitivo que me hizo olvidarme hasta de mí.

 

Perdí la brújula completa, pero nunca las ganas de vivir, porque a tu lado encontré mi fuerza, mi fragilidad y mi esencia, coloreando todo para ti.

 

En mis labios un final agridulce, ha sido un gusto conocerte y yo solo un dulce para ti.

Baje la guardia

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